
El cigarro es una adicción que se hace imprescindible para la vida del fumador y acrecienta la inhabilitación emocional del mismo, ya que lo convierte en un perezoso emocional porque sus emociones dejan de ser usadas al estar encapsuladas en una fuerte capa de nicotina."
El tabaco es una sustancias tóxica a la que diariamente de forma inconsciente se le depositan más confianza debido por el fuerte marketing e intereses económicos de las industrias tabacaleras y a la permisividad social para su uso.
Su éxito se fundamenta en que cumple la función de placebo (o engaño) emocional que ayuda a sobrellevar la vida.
Fumar, todos lo sabemos, es un acto autodestructivo, ya que sus consecuencias físicas están comprobadas; no obstante existe un gran número de fumadores a pesar de la información sobre el daño que esta acción provoca.
Los psicoanalistas observan que el fumador presenta la misma reacción en cuanto a la fijación oral de las primeras etapas de su vida, así pues, podríamos comparar las funciones emocionales del fumador a las de un bebé, que tiene el reflejo de succión adherido a su boca queriendo alimentarse de pecho de la madre, y así, satisfaciendo necesidades emocionales de antaño.
Así como el niño que hace berrinches y se tranquiliza sólo con el chupete en su boca, el cigarro cumple con la misma función en el adulto.
Entonces el fumador es un paralítico emocional que requiere del cigarro como una muleta para compensar sus deficiencias y carencias psíquicas.
El placer que obtiene al fumar sustituye inconscientemente al placer afectivo anhelado.
A medida que pasa el tiempo y que el organismo va adquiriendo tolerancia a la nicotina, el iniciado va aumentando su necesidad de fumar y la asocia, paulatinamente, con otras actividades que también le provocan placer.
Las tres principales actividades con las que se asocia el cigarro son: disfrutar un cigarro después de comer, al ir al baño o después del acto sexual.
La succión del humo funciona en muchas ocasiones como una fuerza que impide la expresión libre de la agresión.
Sin embargo, fumar es en sí misma una actividad que conduce a la degeneración del cuerpo y poco a poco a la muerte del mismo. Así pues, es una actividad de muerte porque detiene, al inhalar el humo tóxico, el proceso emocional de ser humano. Este quiere tomar el control de su vida y desafia a la muerte sin darse cuenta, ya que siempre el hombre ha querido dominar su tiempo, negando la existencia a la muerte en si de su cuerpo y esta negación de muerte lleva al fumador a enfrentarse con mayor rapidez al acto inevitable de morir.
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